jueves, 1 de julio de 2010

Twenty Feet Under

Después de tres días de huelga de trabajadores de Metromadrid no puedo más que sentir indefensión. Todas las huelgas, se diga lo que se diga, son políticas en mayor o menor medida, pero esta se está llevando la palma.

Tras convocar una huelga de funcionarios a regañadientes y planificar una general para el 29-S, haciéndola coincidir con manifestaciones a nivel europeo y apartando así el foco de atención de Zapatero,en la medida de lo posible, llega esta huelga.

Pues bien, no seré yo el que ponga en cuestión la necesidad de la existencia de los sindicatos o los motivos por los que se llevan a cabo las protestas. Posiblemente, después de los parados debo ser una de las personas que más amparo necesite por parte de ellos, pero estoy no puede seguir así. No quiero que un sólo céntimo de mis impuestos vaya a parar a las arcas de UGT, CCOO, CGT o cualquier otro sindicato. 

No, porque han abandonado a su suerte a aquellos que más lo necesitan: los desempleados. No, porque muchas oposiciones se bareman en función de sus intereses, a veces oscuros. No, porque cuando les he pedido ayuda me han mandado a tomar viento fresco. No, porque no me siento representado. No, porque nunca morderían la mano de quien les da de comer.

Hoy mismo, después de una huelga ilegal a todas luces, declara María Teresa Fernández de la Vega  que agradece "la actitud constructiva de los sindicatos". Para echarse a llorar. Después hizo un llamamiento a la responsabilidad de los mismos. Típico de ella. Tiene una estrategia bastante manida pero que le funciona: "El Gobierno no entra a valorar esos temas pero es vergonzoso que el PP...". Una de cal y otra de arena.

Hoy no sólo han creado un atasco monumental en Madrid o han generado pérdidas a muchas empresas, con tantos retrasos. Hoy han demostrado que el ímpetu que emplean en sus protestas depende del color político al que se enfrentan. Repito, no entro a valorar los motivos de sus protestas, que me parecen legítimos, pero unos representantes de los trabajadores que cometen acciones ilegales y ejercen más presión en función de siglas, son unos representantes vendidos o simplemente no lo son.

Adiós a los liberados, adiós a las subvenciones a los sindicatos y por extensión a las dirigidas a financiar los partidos políticos. Que se hagan las reformas necesarias y unos y otros vivan de sus cuotas y de financiación privada.

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